jueves, 24 de agosto de 2017

ESTUDIO BÍBLICO JUAN 8


ESTUDIO BÍBLICO
Por: Camilo Sastoque
Ministerio Unidad de la Fe

Joh 8:1  y Jesús se fue al monte de los Olivos.
La escritura nos muestra que Jesús siempre se apartaba para pasar tiempo a solas en la presencia del Padre en donde recibía las instrucciones para hacer su voluntad.
Joh 8:2  Y por la mañana volvió al templo,  y todo el pueblo vino a él;  y sentado él,  les enseñaba.
Parte de su ministerio era la enseñanza de la palabra la cual daba en cualquier lugar, aunque siempre que podía usaba el templo para compartir. La gente mostraba gran interés por sus enseñanzas revolucionarias.
Joh 8:3  Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio;  y poniéndola en medio,
Joh 8:4  le dijeron:  Maestro,  esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
Como es posible que estos hombres religiosos sean capaces de exponerse al pecado de tal forma con tal de sorprender a la mujer en el acto mismo, pues para hacerlo, ellos tuvieron que presenciar tal acto despreciable.
Joh 8:5  Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.  Tú,  pues,  ¿qué dices?
Joh 8:6  Mas esto decían tentándole,  para poder acusarle.  Pero Jesús,  inclinado hacia el suelo,  escribía en tierra con el dedo.
Las preguntas de los hombres religiosos siempre tienen una segunda intención, ellos trataban por todos los medios de tentarle a decir algo incorrecto para tener con que acusarle, pero Jesús no presta atención a sus preguntas sin sentido. El religioso no pregunta con el afán de entender, sino que lo hace para ver si la otra persona piensa igual o diferente, si piensa diferente le apartara y le condenara. Cuando Jesús escribe me hace pensar en aquello que el dedo de Dios escribió anteriormente, los 10 mandamientos (Exo 31:18). Puedo llegar a pensar que lo que escribe son los mandamientos de la ley de Dios.
Joh 8:7  Y como insistieran en preguntarle,  se enderezó y les dijo:  El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
Todos hemos pecado o algunos aun están en pecado, por lo que mirar la paja en el ojo ajeno es fácil, mientras que mirar la viga en nuestro ojo solo puede ocurrir por medio de la revelación divina. Lo que sucedió aquí debe perdurar en nuestras mentes como ejemplo vivo de cómo debemos actuar ante aquellos que se encuentran en pecado.
Joh 8:8  E inclinándose de nuevo hacia el suelo,  siguió escribiendo en tierra.
Joh 8:9  Pero ellos,  al oír esto,  acusados por su conciencia,  salían uno a uno,  comenzando desde los más viejos hasta los postreros;  y quedó solo Jesús,  y la mujer que estaba en medio.
Jesús responde magistralmente llegando a sus conciencias. Esta es la voz de aquel que habla al espíritu del hombre, siempre penetra en la intención real del corazón, para hacerle reflexionar sobre su caminar. Nadie pudo contra su conciencia, pues esta logro convencerlos de que ninguno era mejor que aquella mujer, por lo que la misericordia venció.
Joh 8:10  Enderezándose Jesús,  y no viendo a nadie sino a la mujer,  le dijo:  Mujer,  ¿dónde están los que te acusaban?  ¿Ninguno te condenó?
Joh 8:11  Ella dijo:  Ninguno,  Señor.  Entonces Jesús le dijo:  Ni yo te condeno;  vete,  y no peques más.
Jesús se da cuenta que nadie pudo ante su argumento, el cual, debe seguir vigente en nosotros siempre, pues no se nos llamó para acusar a pecadores, sino para llamar a los pecadores al arrepentimiento, acusarlos no es nuestro trabajo. Jesús no le condena, sus palabras esta llenas de amor, así mismo, no nos condena, pero sigue llamándonos a cambiar, a volvernos a Dios.
Joh 8:12  Otra vez Jesús les habló,  diciendo:  Yo soy la luz del mundo;  el que me sigue,  no andará en tinieblas,  sino que tendrá la luz de la vida.
Jesús nos dice que es la luz de este mundo, solo él puede despejar la oscuridad de aquellos que le siguen y al vivir y practicar sus enseñanzas poseerá la luz de la vida. Jesús es la luz de Dios que vino al mundo para que pudiéramos reconocer la condición en la que nos encontrábamos, perdidos. Solo esta luz en nosotros puede guiarnos de vuelta al Padre.
Joh 8:13  Entonces los fariseos le dijeron:  Tú das testimonio acerca de ti mismo;  tu testimonio no es verdadero.
Para que el testimonio de alguien fuese creíble tenía que ser probado por otra persona, pero quien probaría además de Cristo, que él era quien decía ser.
Joh 8:14  Respondió Jesús y les dijo:  Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo,  mi testimonio es verdadero,  porque sé de dónde he venido y a dónde voy;  pero vosotros no sabéis de dónde vengo,  ni a dónde voy.
Jesús les responde que el no necesita del testimonio de otro hombre, pues el mismo da testimonio de la verdad, pues él es la verdad, aunque ellos no lo reconocieron, Jesús sabe de dónde viene y para donde va, mientras ellos lo desconocían.
Joh 8:15  Vosotros juzgáis según la carne;  yo no juzgo a nadie.
Joh 8:16  Y si yo juzgo,  mi juicio es verdadero;  porque no soy yo solo,  sino yo y el que me envió,  el Padre.
Mientras el hombre que no es espiritual solo puede guiarse y juzgar según las apariencias, Jesús no juzga a nadie de esta forma. Si el juzga o establece un juicio lo hace basado en la verdad, pues su juicio es avalado por el Padre, ya que el no vino sino a hacer la voluntad del que le envió.
Joh 8:17  Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.
Jesús reconoce que las escrituras piden que para que algo sea probado como verdadero debe contar con el testimonio de al menos dos personas. Pero ¿como esto podría ser aplicado al mesías?, de ninguna manera.
Joh 8:18  Yo soy el que doy testimonio de mí mismo,  y el Padre que me envió da testimonio de mí.
Jesús responde a su petición diciéndoles que el cumple con la ley pues son dos los que dan testimonio de la verdad, el mismo y el Padre, pero esto solo podía ser reconocido por aquellos que en verdad conocieran y tuvieran una relación con el Padre, pero la religión no siempre es relación.
Joh 8:19  Ellos le dijeron:  ¿Dónde está tu Padre?  Respondió Jesús:  Ni a mí me conocéis,  ni a mi Padre;  si a mí me conocieseis,  también a mi Padre conoceríais.
Ellos querían conocer al padre natural de Jesús, que no existe, pues Jesús tuvo un padre putativo en la tierra llamado José, pero su verdadero Padre habita en los cielos. Jesús saca a relucir su verdadera condición religiosa, ellos no le conocían, no conocen la verdad aunque tienen las escrituras, porque la religiosidad impide ver la verdad aunque esta esté frente a nuestros ojos y por tanto tampoco conocían al Padre que ellos mismos decían defender y adorar. Aquí vemos como la religión puede darte una falsa sensación de ser algo que no eres.
Joh 8:20  Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas,  enseñando en el templo;  y nadie le prendió,  porque aún no había llegado su hora.
La voluntad de Dios se cumple por encima de la de los hombres, aunque estos querían aprenderle, no podían, no porque no tuvieran el poder para hacerlo, sino porque Dios no lo había permitido aún.
Joh 8:21  Otra vez les dijo Jesús:  Yo me voy,  y me buscaréis,  pero en vuestro pecado moriréis;  a donde yo voy,  vosotros no podéis venir.
Joh 8:22  Decían entonces los judíos:  ¿Acaso se matará a sí mismo,  que dice:  A donde yo voy,  vosotros no podéis venir?
Joh 8:23  Y les dijo:  Vosotros sois de abajo,  yo soy de arriba;  vosotros sois de este mundo,  yo no soy de este mundo.
Joh 8:24  Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados;  porque si no creéis que yo soy,  en vuestros pecados moriréis.
Jesús les habla con claridad, pero sus oídos poco entendidos en la verdad no podían comprender lo que les decía. Jesús pronto habría de irse de este mundo para cumplir su ministerio mediante la muerte en la cruz, su resurrección al tercer día, para volver al Padre y sentarse a su diestra, y aunque algunos le buscarían terrenalmente no podrían encontrarle, porque solo se le podría encontrar mediante la fe, más aún muchos de ellos morirían en sus pecados sin poder encontrar en Cristo la verdad. Esto les confunde profundamente, pues no se puede entender con la mente, una verdad espiritual. Luego les reconviene diciendo que ellos por su incredulidad pertenecen a lo terrenal, mientras el pertenece a lo espiritual. Si ellos continúan en su terquedad y duro corazón morirán en sus pecados, pero si llegasen a creer serian librados de ellos.
Joh 8:25  Entonces le dijeron:  ¿Tú quién eres?  Entonces Jesús les dijo:  Lo que desde el principio os he dicho.
Joh 8:26  Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros;  pero el que me envió es verdadero;  y yo,  lo que he oído de él,  esto hablo al mundo.
Joh 8:27  Pero no entendieron que les hablaba del Padre.
Jesús responde a sus inquietudes con palabras espirituales, lo cual les desconcierta, pues aunque se creen administradores de la verdad, no la comprenden. Ellos le exhortan a decirles quien es, a lo que el responde haciendo alusión al Padre y su ministerio.
Joh 8:28  Les dijo,  pues,  Jesús:  Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre,  entonces conoceréis que yo soy,  y que nada hago por mí mismo,  sino que según me enseñó el Padre,  así hablo.
Joh 8:29  Porque el que me envió,  conmigo está;  no me ha dejado solo el Padre,  porque yo hago siempre lo que le agrada.
Joh 8:30  Hablando él estas cosas,  muchos creyeron en él.
Jesús profetiza lo que habría de ocurrir con él, pues sería levantado en la cruz para que se cumpliese la ley y lo que esta exigía por el pecado. Jesús no hace su voluntad, sino la del Padre, no habla lo que a él le parece, sino que dice lo que el Padre le ha enviado a decir y él no está solo, pues está siempre con el Padre. Su ejemplo es testimonio de la verdad, y nos muestran el verdadero ejemplo de una vida consagrada a Dios, en donde no hacemos nuestra voluntad sino la suya, no decimos lo que mejor nos parece, decimos lo que él nos envió a decir.
Joh 8:31  Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:  Si vosotros permaneciereis en mi palabra,  seréis verdaderamente mis discípulos;
Joh 8:32  y conoceréis la verdad,  y la verdad os hará libres.
He aquí otro requisito para el discípulo que quiere seguir las enseñanzas de Jesús, si verdaderamente queremos ser sus discípulos debemos permanecer, persistir y perseverar en sus palabras, no otras. Son sus palabras las que demos oír y poner por obra, nada más. Solo si meditamos en sus enseñanzas llegaremos al conocimiento de la verdad y esta nos liberara del yugo de la mentira, los prejuicios y el desamor.
Joh 8:33  Le respondieron:  Linaje de Abraham somos,  y jamás hemos sido esclavos de nadie.  ¿Cómo dices tú:  Seréis libres?
Aquí los judíos mienten, pues ellos si habían sido esclavos en Egipto y aún eran esclavos del pecado, pero no podían reconocerlo, porque no tenían la verdad. Ellos se jactaban de su linaje Abrahamico y se indignaban al escuchar que él podía hacerles libre. Qué difícil es para el religioso o el incrédulo reconocer que en Cristo hay libertad de la religiosidad y del pecado.
Joh 8:34  Jesús les respondió:  De cierto,  de cierto os digo,  que todo aquel que hace pecado,  esclavo es del pecado.
Todo aquel que peca y persevera en este es esclavo. No hay hombres libres, o somos esclavos de Cristo o lo somos del pecado, no hay mas.
Joh 8:35  Y el esclavo no queda en la casa para siempre;  el hijo sí queda para siempre.
Joh 8:36  Así que,  si el Hijo os libertare,  seréis verdaderamente libres.
Como esclavos del pecado jamás podrían permanecer en Dios a quien Jesús llama casa. Mientras el hijo si puede hacerlo. Para que el hombre pueda permanecer en Dios y volverse a casa, necesita la libertad que el hijo ha adquirido, de modo que pueda ser hecho hijo y permanecer en la libertad que la verdad nos da. Mientras no tengamos esta libertad aun seremos esclavos del pecado, sin importar la denominación cristiana o religiosa a la que pertenezcamos.
Joh 8:37  Sé que sois descendientes de Abraham;  pero procuráis matarme,  porque mi palabra no halla cabida en vosotros.
Joh 8:38  Yo hablo lo que he visto cerca del Padre;  y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.
Solo los hijos pueden por medio del Espíritu Santo entender la verdad y que esta pueda penetrar las fortalezas mentales que hemos permitido, mientras Jesús habita en el Padre y le conoce, ellos solo le conocen por lo que han oído, pero oír algo de alguien no hace que se le conozca, para conocerle se necesita intimidad.
Joh 8:39  Respondieron y le dijeron:  Nuestro padre es Abraham.  Jesús les dijo:  Si fueseis hijos de Abraham,  las obras de Abraham haríais.
Joh 8:40  Pero ahora procuráis matarme a mí,  hombre que os he hablado la verdad,  la cual he oído de Dios;  no hizo esto Abraham.
El religioso siempre está a la defensiva, le cuesta escuchar argumentos diferentes. Jesús cuestiona su origen, el cual ellos atribuyen a Abraham, pero Jesús les dice que si en realidad lo fueran creerían como Abraham lo hizo, obedecerían como Abraham lo hizo y conocerían a Dios como Abraham lo hizo. Ellos solo procuraban hacer su propia voluntad nacida del temor que surgía cada vez que Jesús hablaba a sus corazones y revelaba sus malas intenciones.
Joh 8:41  Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.  Entonces le dijeron:  Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos,  que es Dios.
Jesús les confronta con el verdadero origen de sus intenciones a las cuales les atribuye un padre, pero ellos ofendidos, refieren no haber nacido de fornicación y se defienden diciendo que su padre es Dios.
Joh 8:42  Jesús entonces les dijo:  Si vuestro padre fuese Dios,  ciertamente me amaríais;  porque yo de Dios he salido,  y he venido;  pues no he venido de mí mismo,  sino que él me envió.
Joh 8:43  ¿Por qué no entendéis mi lenguaje?  Porque no podéis escuchar mi palabra.
Joh 8:44  Vosotros sois de vuestro padre el diablo,  y los deseos de vuestro padre queréis hacer.  El ha sido homicida desde el principio,  y no ha permanecido en la verdad,  porque no hay verdad en él.  Cuando habla mentira,  de suyo habla;  porque es mentiroso,  y padre de mentira.
Joh 8:45  Y a mí,  porque digo la verdad,  no me creéis.
Joh 8:46  ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?  Pues si digo la verdad,  ¿por qué vosotros no me creéis?
Joh 8:47  El que es de Dios,  las palabras de Dios oye;  por esto no las oís vosotros,  porque no sois de Dios.
Jesús se entremete con más ahínco en este asunto ante la defensa insulsa del religioso, diciéndoles que si ellos conocieran a Dios como su padre, ciertamente e Jesús le amarían como su Hijo, su enviado, su mesías esperado. Si fueran entendidos en Dios reconocerían de donde provenía Jesús, abandonarían sus prejuicios y le seguirían, pero esto no ocurrió para demostrar quien era el verdadero padre de sus intenciones. Solo quienes creen en el hijo, pueden entender su lenguaje y escuchar sus palabras si abandonan sus prejuicios religiosos. Pero quienes no los abandonan y persisten en sus malas intenciones tienen en el diablo al padre de sus intenciones, y responden a sus deseos. El diablo no considero la vida y prefirió la muerte desde el comienzo, no tolero la verdad y fue corrompido por la mentira, así que todo el que habla mentira habla desde el abandono de la verdad divina.
Joh 8:48  Respondieron entonces los judíos,  y le dijeron:  ¿No decimos bien nosotros,  que tú eres samaritano,  y que tienes demonio?
Sus palabras son insultos judíos para desacreditar a Jesús como judío y como aquel que decía ser. Su insolencia e insensatez es increíblemente virulenta. Han visto a Jesús hacer milagros, explicar las escrituras, hacer señales milagrosas pero aun así osan decirle que tiene un demonio.
Joh 8:49  Respondió Jesús:  Yo no tengo demonio,  antes honro a mi Padre;  y vosotros me deshonráis.
Joh 8:50  Pero yo no busco mi gloria;  hay quien la busca,  y juzga.
Joh 8:51  De cierto,  de cierto os digo,  que el que guarda mi palabra,  nunca verá muerte.
Jesús se defiende ante semejante calumnia, reconociéndola como deshonra, pero no lo hace por querer la gloria de los hombres, sino en defensa a la verdad. Quien busca la gloria de los hombres juzgara con dureza y engaños a los demás, los tratara como poco espirituales o buscara siempre argumentos para atacarles. Pero aquel que persevera en las palabras de Jesús jamás vera la muerte, mas conocerá la vida eterna.
Joh 8:52  Entonces los judíos le dijeron:  Ahora conocemos que tienes demonio.  Abraham murió,  y los profetas;  y tú dices:  El que guarda mi palabra,  nunca sufrirá muerte.
Joh 8:53  ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham,  el cual murió?  ¡Y los profetas murieron!  ¿Quién te haces a ti mismo?
Ahora si se sintieron aludidos al escuchar la verdad en labios de Jesús, pero ellos solo le escuchan para buscar como atacarle, el incrédulo que escucha solo busca el error, pero el creyente se dispone para entender la verdad. Ellos le cuestionan las palabras de Jesús revela quien es el, pero ellos solo buscan que él lo diga para caerle con todo el peso de la ley y capturarle para matarle. Sus palabras son influenciadas por el temor, la codicia y la vanidad que el diablo ha infundido en ellos.
Joh 8:54  Respondió Jesús:  Si yo me glorifico a mí mismo,  mi gloria nada es;  mi Padre es el que me glorifica,  el que vosotros decís que es vuestro Dios.
Joh 8:55  Pero vosotros no le conocéis;  mas yo le conozco,  y si dijere que no le conozco,  sería mentiroso como vosotros;  pero le conozco,  y guardo su palabra.
Joh 8:56  Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día;  y lo vio,  y se gozó.
Joh 8:57  Entonces le dijeron los judíos:  Aún no tienes cincuenta años,  ¿y has visto a Abraham?
Joh 8:58  Jesús les dijo:  De cierto,  de cierto os digo:  Antes que Abraham fuese,  yo soy.
Joh 8:59  Tomaron entonces piedras para arrojárselas;  pero Jesús se escondió y salió del templo;  y atravesando por en medio de ellos,  se fue.
Jesús responde con tranquilidad y verdad a cada uno de los ataques infames que en su contra realizan. Él se revela a ellos como el Hijo de Dios, y aunque se los dice de frente ellos no le quieren escuchar, antes quieren matarle, a lo que Jesús sabiendo que no es su hora, se esconde y sale del templo en medio de ellos. Quien conoce a Dios, conoce su palabra, en la cual se encuentra el verbo, Abraham le conoció y se gozó de poder ver el día en que Jesús habría de venir a salvar a los pecadores, pero aquellos que dicen ser sus descendientes no le reconocen.



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